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En la actualidad, diferentes terapias, combinadas o por separado, constituyen un eficaz arsenal terapéutico contra la depresión que, en manos de especialistas, resultan esenciales a la hora de abordar esta afección tan extendida.

Sin embargo, no todas las terapias que vamos a desarrollar en este artículo son de nuestro interés. Algunas de ellas no han demostrado la suficiente eficacia, más allá del puro placebo, ni pueden considerarse dentro de la ortodoxia terapéutica. Por todo ello conviene ser muy cautos a la hora de seleccionar las terapias y los especialistas que las aplican.

  • Terapia cognitivo conductual: La terapia cognitiva se ha mostrado como la herramienta más eficaz de cuantas se encuentran al servicio de pacientes y terapeutas en la actualidad. Tiene como objetivo principal la reformulación de ideas y creencias no adaptativas, tratando de desactivar creencias desacreditándolas, rompiendo los esquemas predominantes que mantienen activa la depresión. La forma más eficaz a la hora de abordar las cogniciones consiste en contrastarlas con la evidencia más empírica. Esta es, precisamente, la finalidad de la utilización de técnicas cognitivas y conductuales.

Los esquemas activados durante la depresión llegan a ser predominantes, favoreciendo el sesgo en la percepción y el recuerdo de los estímulos que no tuvieron lugar como la persona que padece depresión los rememora; la persona deprimida cree firmemente que las cosas son tan negativas como ella las percibe. De este modo, el contenido de los esquemas depresógenos está constituido por la denominada «tríada cognitiva» (Aaron T. Beck), basada en una visión negativa de sí mismo, el mundo y el futuro.

Las distorsiones cognitivas (errores en el procesamiento de la información) más frecuentes son:

  • Generalización extrema
  • Pensamiento dicotómico
  • Inferencia arbitraria
  • Magnificación / Minimización
  • Abstracción selectiva
  • Personalización
  • Percepción catastrofista

Los esquemas cognitivos son otros de los factores que desencadena y mantiene la depresión, según Beck. Estos esquemas pueden encontrarse larvados durante años, a pesar de haber sido concebidos en la infancia y se encuentran en la base las interpretaciones de la persona con depresión. Además, suelen ser relativamente estables, lo que dificulta su eliminación.

Los sesgos continuados y sistémicos del procesamiento de la información, unidos a la tríada cognitiva dan lugar a las mencionadas alteraciones en el procesamiento de la información que se manifiestan en la depresión.

  • Terapia farmacológica: Modernos fármacos como la fluoxetina han demostrado su eficacia contra la depresión. De la mano de un médico psiquiatra puede ser prescrita una variada selección de medicamentos entre los que se incluyen:
  • Benzodiacepinas: empleadas como tratamiento coadyuvante para combatir el insomnio o la ansiedad.
    • Antidepresivos cíclicos (tricíclicos y tetracíclicos): que tienen efecto a corto, medio o largo plazo según su principio activo.
    • Inhibidores de la recaptación de serotonina e inhibidores de la recaptación de serotonina y noradrenalina: cuyo exponente más popular es la mencionada fluoxetina.
    • Inhibidores de la monoaminoxidasa (IMAO): con un contundente efecto central que han demostrado su eficacia en el alivio de los síntomas de la depresión.
    • Antidepresivos atípicos: cuyos principios activos no responden a los parámetros de ninguno de los grupos anteriores.
    • Antipsicóticos: solo en el caso de la depresión psicótica y en combinación, generalmente, con otros fármacos.

En la actualidad, el  riesgo de dependencia de los fármacos antidepresivos no es muy elevada y estando bajo la supervisión médica adecuada no debe presentar problemas. Algunas personas manifiestan «estar en contra de tomar fármacos», como si la salud fuera una cuestión de gustos y no de opciones. Tomar un fármaco cuando no es necesario es tan arriesgado como no tomarlo cuando hace falta.

Cuando la depresión no es diagnosticada como grave (subclínica) es posible prescindir de la acción de los psicofármacos. Sin embargo, estas sustancias sí van a ser recomendables cuando nos encontremos ante depresiones de cierta entidad, generalmente depresiones mayores y endógenas. También en depresiones de menor entidad que cursen con ansiedad grave o moderada y/o un sufrimiento grande.

  • Terapia electroconvulsiva: Solo en casos extremos de depresiones graves o muy resistentes a otras terapias, se puede hacer uso de este recurso terapéutico. La depresión psicótica o la depresión mayor muy resistente a terapia son los únicos casos en los que está indicada esta terapia tan invasiva. El abuso de la terapia electroconvulsiva en el pasado y la mala praxis de algunos profesionales la han rodeado de polémica y de mala prensa. Sin embargo, en la actualidad esta terapia se aplica bajo anestesia general y mediante corriente eléctrica muy regulada. Sesiones de tan solo unos minutos que no implican sufrimiento para el paciente.

La terapia electroconvulsiva conlleva efectos secundarios que deben ser valorados por el especialista antes de que tengan lugar: pérdidas de memoria, confusión o dolor de cabeza se encuentran entre los mencionados efectos. Insistimos en que se trata de una terapia que debe ser aplicada solo en casos extremos, tanto en lo referido a la depresión como a otras patologías mentales.

  • Técnicas de relajación o de regulación de la ansiedad: Una adecuación de los niveles ansiedad resulta recomendable durante el tratamiento de la depresión. Para ello se han mostrado útiles algunas técnicas de relajación como el yoga, la respiración profunda, la biorretroalimentación o el taichí. Sin embargo, estas técnicas en sí mismas no pueden suplir a las terapias y no deben ser entendidas como tales. Las técnicas de relajación son eficaces, por tanto, como complemento terapéutico contra la depresión.
  • Terapias alternativas: Además de las ya citadas, existen otras terapias que pueden calificarse como «alternativas» y cuya eficacia no está probada. Algunas de ellas son practicadas por personal ajeno a la psicología y la psiquiatría, con los riesgos que ello conlleva. Las mencionamos a efectos divulgativos, si bien no las recomendamos expresamente: terapias dinámicas (psicodinámica y psicoanalítica), terapia interpersonal, terapia gestalt, crecimiento personal, terapias holísticas, flores de Bach, otras.

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