Después de escuchar multitud de comentarios acerca de «la dificultad para acabar con la depresión» conviene precisar:
En primer lugar porque aunque, en efecto, son muchas las depresiones resistentes al tratamiento, buena parte de de ellas cede tras un tratamiento profesional de la forma esperada.
Tan persistentes pueden ser algunas depresiones que muchos pacientes acaban aceptándolas como «tristezas que da la vida». Es precisamente en la manera de entender el término «tristeza» donde radica el problema. Lo vemos:
La tristeza no se puede —ni se debe— erradicar. Solo en algunas películas futuristas como Un mundo feliz, del inolvidable Aldous Huxley, podemos contemplar a seres aparentemente felices que viven vidas artificiales, sin esfuerzo, sin retos, sin pérdidas de seres queridos, sin disputas posibles; sin apenas sentimientos ni emociones.
La tristeza forma parte del fuego real de esta vida y si ella sería imposible participar de otros momentos más felices. Tras días de hastío y de noticias nefastas llega un mensaje que nos comunica una noticia buena al fin. Es el momento de sentirnos contentos y disfrutar y contarlo a todos. Este momento mágico no se hubiera dado en plenitud si los días anteriores hubieran sido exultantes.
Como vemos, no se puede prescindir de la tristeza. ¿Entonces?, ¿debemos aceptar la depresión como estado de tristeza sin más? En absoluto: la depresión consiste en un estado de tristeza (que puede cursar con sufrimiento de cierta intensidad) continuado en el tiempo. Esta continuidad en el tiempo es la que determina que en lugar de una tristeza a la que podemos denominar «natural» estamos ante un episodio de carácter depresivo cualquiera que sea su magnitud.
Incluso puntualmente podemos sentir una tristeza de gran intensidad a la que también podemos catalogar como «natural»: la muerte de un hijo es, muy posiblemente, la causa de la tristeza más terrible. Solo quienes han tenido la desgracia de sufrir pérdida semejante son capaces de describirla. Sin embargo, a pesar de su terrible intensidad, esta tristeza puede considerarse normal e incluso, y si me lo permiten, como natural.
El factor tiempo, pues, es el que va a determinar, fundamentalmente, si estamos ante una tristeza de las que hemos denominado normales o naturales o, por el contrario, nos encontramos ante una depresión sea cual fuere su tipología.
La tristeza, como decimos, ni se puede ni se debe curar; la depresión sí. Por expresarlo gráficamente, un lunar u otra mancha de la piel no tiene por qué ser abordado clínicamente, pero conviene observarlo por si cambiara de forma y se hiciera más grande. En tal caso convendría ponerlo en manos de un especialista que supiera qué está sucediendo y pusiera coto, en su caso, a dichos cambios. La mancha o lunar es la tristeza y los cambios que se producen en ellos es posible que sean una depresión, que comienza a instalarse en la vida de una persona normal que hasta el momento había tenido «tristezas normales».
Por fortuna, en el supuesto caso de que la depresión deba ser tratada, la terapia cognitivo conductual se muestra, en la actualidad, como la herramienta terapéutica más eficaz para que remita en un periodo aceptable de tiempo. Todo ello sin menoscabo de fármacos psicotrópicos que puedan atenuar la ansiedad que, en numerosas ocasiones, conlleva la depresión y que deben ser prescritos por el especialista en todo caso.
Las posibilidades de remisión de la depresión son muy elevadas actualmente. Todo ello gracias a los avances de la psicología y a la infinidad de literatura científica acumulada que nos permite una revisión permanente de aquellos casos de éxito que puedan ser estandarizados. Protocolos precisos y a la vez personalizados que determinan resultados óptimos en el tratamiento de una afección tan común en nuestros días como lo es la depresión en cualquiera de sus formas.
Como recomendación final, permítanme invitarles a rehuir de aquellas terapias que garantizan la remisión de la depresión en un periodo determinado de tiempo. Es tan grande la casuística y la depresión tan personal que no se puede realizar semejante predicción sin caer en la pura falacia. El tratamiento de cada depresión debe seguir su curso terapéutico y será el especialista quien determine cuándo el paciente se encuentra en condiciones de seguir su andadura vital sin ayuda externa.