La ansiedad resulta adaptativa para cualquier sujeto y le permite estar alerta ante cualquier peligro o desafío de su entorno natural.
Si la comparamos con el miedo, la ansiedad tendría lugar ante un evento de carácter inespecífico, desconocido, mientras que el miedo es causado por un agente que se conoce.
Este estado de alerta desencadena el denominado «síndrome de activación», mediante el que organismo de la persona (o animal) se activa para echar a correr o enfrentarse a un enemigo de manera inminente, aunque el estímulo sea un talón sin fondos o un examen de matemáticas, para lo que no resulta muy adaptativa esta forma de activación.
Estar en alerta, de todos modos, es algo bueno para el ser humano, aunque no sepa muy bien ante qué se encuentra en alerta. Pongamos un ejemplo: un señor atraviesa una zona boscosa. Su corazón se agita, las manos le sudan (sudoración palmar), su respiración se torna jadeante, etc… El síndrome de activación ha tenido lugar y lo ha hecho satisfactoriamente. La ansiedad ha aparecido y lo ha hecho de manera adaptativa porque este señor no sabe qué peligro puede acechar en la tupida masa boscosa y debe estar alerta, por tanto, aunque desconozca al enemigo del que salir corriendo o al que enfrentarse.
Sin embargo, tener ansiedad durante mucho tiempo no va a ser bueno para el organismo, cuanto menos para la mente de esta persona. Se trata de un desgaste importante en lo físico y en lo mental la imposibilidad de pensar en otra cosa que no sea el peligro que podría acecharle.
Estamos ante un evento que provoca mucho sufrimiento en quien lo padece y puede llegar a impedirle una vida normalizada, al tener muy elevados los niveles de atención y el organismo al límite. Insomnio, palpitaciones, agitación motora o respiración agitada son solo algunos de los activos concomitantes con los que suele cursar la ansiedad.
Hablamos de un «trastorno de ansiedad» cuando dicha ansiedad se perpetúa en el tiempo y la persona no se encuentre en inminente peligro. Su cuerpo y su mente reaccionan de la misma manera que ante un posible peligro de naturaleza desconocida pero dicho peligro es estimularmente interoceptivo. Es decir: proviene del interior del propio ser y no de su entorno.
Además del mencionado trastorno de ansiedad, la ansiedad suele estar presente en la mayoría de los episodios depresivos con mayor o menor intensidad. Conviene, pues, realizar un diagnóstico preciso a la hora de determinar ante qué caso nos encontramos; será la mejor manera de enfocar un tratamiento exitoso con posterioridad.