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El trastorno de ansiedad

Angustia y ansiedad

Trastorno de Ansiedad

Tanto la angustia como la ansiedad son parte del proceso adaptativo que los seres humanos llevamos a cabo, a lo largo de nuestras vidas, a fin de relacionarnos con nuestro medio de manera exitosa. De manera puntual y en circunstancias normales, dichos procesos tienen una razón de ser fundamental y no pueden considerarse patológicos, sea cual fuere su etiología.

Ahora bien: cuando los episodios de angustia o ansiedad tienen lugar de forma recurrente y picos elevados, podríamos estar ante lo que se denomina clínica, clínicamente, «trastorno de ansiedad».

Angustia y ansiedad son dos hermanas gemelas que concurren a lo largo de los episodios depresivos. En numerosas ocasiones, la aparición de ansiedad alerta a la persona que la sufre, siendo este el punto que delimita el comienzo de una depresión de carácter clínico.

Para que la ansiedad sea considerada un trastorno, incidiendo en su patología, deben transcurrir, al menos, seis meses desde la aparición del primer episodio claro e inespecífico con aparato nervioso evidente.

Dada su similitud, que puede llevar a confusión, convendría definir ambos términos: ansiedad y angustia. No resulta sencillo, dada la similitud mencionada, aunque trataremos de delimitar cada una de estas afecciones. A saber:

Ansiedad:

Se trata de un sentimiento complejo que puede incluir miedo, inquietud, temor, tensión y gran desasosiego ante circunstancias que no siempre deberían provocarlos o, al menos, no con tal intensidad. La respuesta de la ansiedad ante un estímulo o situación venideros de carácter aversivo es desproporcionada.

 La somatización de estas emociones suele ser importante y visible, como la sudoración palmar (y de otras partes del cuerpo), los trastornos digestivos, la agitación evidente (con o sin estereotipias) y las palpitaciones son las manifestaciones físicas más frecuentes en este caso.

A diferencia del miedo, por el que el organismo reacciona de forma puntual ante un estímulo aversivo cierto, generalmente de carácter externo (un examen, un juicio, un animal peligroso), la ansiedad puede prolongarse en el tiempo, más allá de un episodio puntual.

Desde el punto de vista conductista, la ansiedad se define como «estado de activación ante la llegada, cierta o no, de un estímulo aversivo en el corto o medio plazo».

Angustia:

La angustia suele tener una manifestación más leve y con una menor duración de los episodios, frente a la dimensión en el tiempo de las manifestaciones de la ansiedad.  La angustia ser provocada por estímulos de carácter inespecífico, no bien delimitados y/o interoceptivos. El sujeto, pues, no sabe las más de las veces que le está provocando esta situación de gran miedo y displacer.

Las fobias:

No quedaría completo este cuadro definitorio sin hablar de las fobias, que no suelen faltar a los trastornos que cursan con ansiedad y/o angustia, cuanto más en numerosas depresiones. Las fobias son como las rémoras que acompañan al tiburón de la depresión. Cuando la persona ha superado la fase aguda de la depresión, la fobia puede quedar como un recuerdo de aquella y prolongarse a lo largo de la vida de la persona con diferente grado de intensidad. 

Angustia y ansiedad se encuentran muy relacionados con las «fobias», a las que podemos definir como «miedo irreal y desproporcionado ante un estímulo que, per se, no debería provocar reacción de miedo alguno». Las fobias en sí mismas no suelen ser considerada patologías en sentido estricto. Todo va a depender de cómo tengan lugar y si concurren en asociación con alguna patología, en cuyo caso podrían tratarse de síntomas que alertaran de que «algo falla en los sistemas de defensa y activación de la persona que las padece».

Resumiendo, podemos decir que mientras el miedo es una emoción adaptativa y, por tanto, necesaria para el normal desenvolvimiento de la persona en su entorno, que le ayudan a sobrevivir, las fobias resultan, por definición, no adaptativas.

El trastorno de ansiedad

Definidos los factores colindantes y/o colaterales de la ansiedad, vamos a centrarnos en el trastorno de ansiedad como el síntoma principal de la depresión y la emoción que más sufrimiento produce en el paciente que padece esta afección.

La ansiedad, por tanto, puede cursar como síntoma de la depresión —el principal, como decimos— o puede resultar una patología en sí misma: «trastorno de ansiedad».

Así, los síntomas del trastorno de ansiedad son los siguientes: 

Síntomas físicos y psicológicos del trastorno de ansiedad:

  • Estado de nerviosismo o tensión que puede evidenciarse por la agitación.
  • Aceleración de la pauta respiratoria (hiperventilar).
  • El más acusado y el que produce mayor sufrimiento es la sensación de catástrofe inminente (enfermedad mortal, desastre natural, guerra, accidente propio o de personas cercanas, etc.). Sus expresiones más elevadas serían el pánico (gran ansiedad) y el estupor (miedo paralizante).
  • Tasa cardíaca muy por encima de lo normal.
  • Sudor palmar y de otras partes del cuerpo.
  • Temblor, tiritona.
  • Dificultad para la concentración.
  • Dificultad para la gestión de ocupaciones y preocupaciones.
  • Pérdida de autonomía personal.
  • Insomnio (pre, post dormicial o intermedio).
  • Cansancio extremo.
  • Problemas digestivos.
  • Neofobia: miedo a las situaciones nuevas (viajes, cambios laborales, etc.).

Los ejemplos más sobresalientes del trastorno de ansiedad serían los subtipos «trastorno de ansiedad generalizada» , la «fobia social»  o «trastorno de ansiedad social». Ambos pueden llegar a ser verdaderamente discapacitantes y requieren de la asistencia de un especialista, tanto para su diagnóstico como para su tratamiento. Otros subtipos serían el trastorno de ansiedad debido a una enfermedad, la agorafobia, el pánico (no decimos, mayor manifestación de la ansiedad), el trastorno de ansiedad por la separación (niños que no soportan la ausencia de sus padres y/o la distancia de ellos), el trastorno de ansiedad por consumo de drogas o alcohol y otras fobias de carácter inespecífico.

Los niños, además, evidencian la ansiedad mediante el «mutismo». Esto es: imposibilidad extrema para hablar ante situaciones más o menos novedosas.  

¿Cuándo acudir al especialista?

Cuando una persona manifieste un exceso de preocupación ante tareas cotidianas, cuestiones trascendentes, miedo excesivo ante la enfermedad (tanto si se tiene como si no), fobias más o menos evidentes, temor ante un suceso dramático y manifestaciones somáticas como la sudoración excesiva, palpitaciones, temblores u otros de los que hemos mencionado, deberá pedir ayuda especializada sin mayor dilación.

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