La Distima es una depresión de baja intensidad que perdura en el tiempo. Se trata de tipo de depresión difícil de diagnosticar.
Tan pertinaz es la distima que algunos autores la llegan a considerar, en casos extremos, parte de la personalidad de quien la padece. Tanto puede prolongarse en el tiempo la distimia que quienes la padecen pueden no recordar etapas de su vida sin síntomas depresivos.
También conocida como «trastorno depresivo persistente», su intensidad no alcanza la de la tenida «depresión mayor», aunque su contumacia la convierten en una depresión a la que combatir con toda la contundencia posible.
Como todas las depresiones, la distimia se inicia con una tristeza de cierta intensidad que se va perpetuando a lo largo del tiempo. Como quiera que sus síntomas no alcanzan niveles significativos, los pacientes suelen «adaptarse» con el tiempo a esta situación, llegando a vivenciar la mencionada tristeza como algo natural, normal y cotidiano.
Las personas que padecen distima no están exentas de sufrir una depresión mayor. Muy al contrario, son proclives a que un empeoramiento de la distimia desemboque en una depresión mayor con todo el aparato ansiógeno que conlleva.
Como decíamos al comiendo, es un tipo de depresión difícil de diagnosticar y lo es, precisamente, por la baja intensidad que evidencia y que permite a quien la padece seguir con sus actividades cotidianas sin que llegue a incapacitarle. En este extremo radica uno de los principales problemas a la hora de tratar clínicamente la distimia: cuando las personas que la padecen acuden a consulta suele haber transcurrido demasiado tiempo desde que la tristeza inundó sus vidas, lo que va a dificultar su tratamiento de forma notoria. El error de no acudir a consulta tan pronto como aparecen los primeros síntomas suele ser la «falsa atribución causal»; esto es, el paciente cree que su tristeza tiene esta u esta otra causa y que en cuanto desaparezcan también lo hará su distimia. Todo ello sumado, como decimos, a llegar a convivir con la tristeza como si fuera algo inevitable y natural, ralentiza la toma de medidas para una afección que, como cualquier otro tipo de depresión, tiene remedio.
Si usted observa que la tristeza y el sufrimiento que padece, por baja intensidad que manifieste, se va instalando en su vida, consulte con un especialista y, llegado el caso, póngase en sus manos para acabar con una tristeza que, desde luego, no forma parte de su vida ni de su personalidad.