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Las redes sociales, tal y como las conocemos hoy en día, fueron pensadas por primera vez con la aparición de internet, en el año 1995.

La primera red social creada fue SixDegrees.com, en el año 1997. Acababa de llegar a nuestras vidas la primera red moderna en la que cada usuario registraba su perfil y podría interactuar con el resto de usuarios. Para la ingeniería informática este ha sido uno de los grandes pasos de nuestra historia, al menos en el ámbito tecnológico. Sin embargo, el uso inadecuado de estas redes ha dado lugar a resultados no deseados.

Instagram, TicTok, WhatsApp, Telegram, Youtube, Snapchat… pueden convertirse en estupendos medios de expresión pero también pueden llevarnos a padecer trastornos del sueño, ansiedad, depresión, problemas de autoestima y otros.

Trastornos del sueño por redes sociales.

Diversos estudios avalan el aserto de que «utilizar cualquier dispositivo electrónico (móvil, tabletas y ordenadores) antes de dormir puede resultar perjudicial para nuestro sueño». Puede provocar, además, un gran cansancio al despertar por culpa de la luz de onda corta que emiten. En la retina, junto a los fotorreceptores que hacen posible la visión, se encuentran nuestras células ganglionares, un mecanismo que hace saber a nuestro cuerpo si es de día o de noche. Estos fotorreceptores son muy sensibles a la luz de onda corta, dado que la luz que nos proporciona la naturaleza proviene del sol y suele ser de onda larga.

Todo lo anterior va a suponer un problema al impedir al organismo recuperarse de los esfuerzos del día anterior, no dejando que nuestro cerebro se reestructure con eficacia, mermando nuestros niveles de atención y predisponiéndonos a la fatiga patológica, que puede servir de puerta de entrada a la depresión. Todo dependerá de la frecuencia de uso de estas redes sociales y de que respetemos los descansos recomendados o no. Los especialistas recomiendan, además, dejar de utilizar las pantallas entre media hora o una hora antes de disponernos a dormir.

Trastorno de ansiedad por redes sociales

El «trastorno de ansiedad» se manifiesta por preocupación constante y sentimientos de terror, miedo o intranquilidad exacerbada ante estímulos de naturaleza incierta. Las redes sociales pueden influenciar en la aparición de un trastorno de ansiedad debido a la intranquilidad que recibe el usuario sobre los datos que se reflejan en su perfil.

Muchos usuarios sienten preocupación por el número de «me gusta» conseguidos tras una publicación, por el «qué dirán» o porque «no me ha respondido y ha subido una historia». Todos estos son pensamientos pueden llegar a ser recurrentes, diarios y afectar sobremanera a las vidas de los usuarios de dichas redes.

Problemas de autoestima por redes sociales

Las redes sociales representan un riesgo para la autoestima de todos los usuarios que las utilizan en exceso. Buen número de estudios nos muestran cómo las redes sociales pueden distorsionar nuestra imagen física, llegando a crear complejos y/o trastornos alimentarios.

Las publicaciones que le muestran al usuario afectan a la percepción de la autoimagen del usuario. Dicha afectación afecta más a personas de sexo femenino que a las del masculino. Las redes sociales nos presentan un estereotipo de belleza que promueve el uso de ciertos productos para el cuidado y la belleza. Muchas veces estos productos no se encuentran al alcance de nuestra economía, por lo que su adquisición podría ir en detrimento de productos más necesarios.

Frente a una creencia muy extendida, las mujeres no son las únicas afectadas; los varones también reaccionan a fotos y videos de hombres musculosos con mucho éxito entre las mujeres o los hombres, pudiendo afectar a su autoconcepto de forma negativa.

Para evitar estos descensos en los niveles de autoestima lo primero que debe hacer el usuario es distanciarse de dicha red social de manera moderada o radical. Poco a poco debe aprender a no conceder una importancia excesiva ni a sus publicaciones ni a las que de aquellos usuarios a los que siguen. La consigna es clara: «las metas a la hora de mejorar nuestro aspecto físico debemos marcarlas nosotros: adelgazar, ponernos en forma, cuidar el cabello, etc. es algo que nos compete solo a nosotros mismos». Podemos seguir algún consejo general de belleza o cuidados personales pero asumiendo solo aquello que podamos asumir.

Depresión por redes sociales

Son muchos los estudios que apuntan que «los adolescentes y los adultos más jóvenes que invierten gran cantidad de su tiempo en Instagram y Facebook y otras redes muestran una tasa de depresión mucho más alta que aquellos que no lo invierten».

Estos usuarios hacen depender sus estados anímicos en su éxito social en redes. Esto puede generar sentimientos de envidia e inferioridad ante los perfiles que el usuario sigue, sentimientos de enfado, euforia, tristeza o alegría muy dependientes de lo externo. El entorno creado por las redes sociales puede condicionar nuestro estado anímico hasta límites inquietantes y nos puede llevar a una pérdida de control tímico importante.

Frustración por redes sociales

Para John Dollard y Neal Miller (1939), autores de la teoría de la frustración-agresión, «la persona frustrada acaba agrediendo». Lo que no podemos prever es a quién agredirá: a la fuente que genera su frustración, a un tercero ajeno a su frustración o a ella misma.

Entendemos por frustración el «conjunto de cogniciones que experimentamos cuando nuestras expectativas no se cumplen» Estas cogniciones suelen ser complejas y tienen un carácter muy negativo.

En el caso de las redes sociales no podemos agredir a la fuente de frustración (romper el teléfono no resultaría rentable). La probabilidad de que una persona frustrada acabe agrediendo a un tercero ajeno a su frustración es muy baja porque carecería de sentido; solo nos queda la posibilidad de que la persona frustrada se enzarce en discusiones vehementes e infructuosas con otros usuarios o que se agreda así misma.   

Pensemos que el índice de suicidios en adolescentes se ha disparado en los últimos años. Muchos lo achacan a los efectos indeseables de la pandemia del COVID 19, pero no queda suficientemente claro, en la mayoría de los casos, cuál es la causa de estos terribles sucesos. Es muy posible que detrás de muchas de estas ideaciones autolíticas se encuentre la frustración que conduce a la depresión por el uso de redes sociales. 

¿Cuál es el proceso mediante el que las redes sociales nos pueden dañar?

A estas alturas ya nadie duda que el ciberespacio y toda su aparamenta de redes sociales han venido para quedarse. Las redes sociales, además, nos permiten tener contacto con personas de todo el mundo, teletrabajar, buscar pareja, compartir experiencias, asociarnos a grupos afines, manifestar opiniones en libertad, reivindicar mejoras sociales y mucho más. 

Sin embargo, las mismas redes que nos pueden facilitar la vida ya han mostrado sus efectos colaterales. Las noticias ‘fake’, la ciberadicción o el ciberacoso son solo los aspectos más comentados de este problema que tiene en la depresión uno de los peores secundarismos.

Como quiera que son diversos y complejos los daños que las redes sociales pueden causar en sus usuarios, vamos a dividirlos en externos e internos. Entendemos por daños externos de las redes sociales aquellos que tienen relación con el ciberacoso, siendo los daños internos aquellos que afectan a la persona sin que exista una amenaza del exterior.

Daños colaterales externos

Los daños externos de las redes sociales son de todos conocidos y ha sido mucha la dedicación que los medios de comunicación le han dedicado, con buen criterio. Revistas televisivas en los que los asistentes denunciaban el acoso sufrido a través de las redes sociales o artículos de prensa denunciando el incremento de las denuncias de aquellas personas que se sienten acosadas por perfiles de esta o esta otra red social están a la orden del día, abordando extensamente este problema social tan relevante.

La ansiedad que conlleva sentir acosado, sea a través de una red social o como fuere, puede ser la puerta de entrada a la depresión. No en vano, algunas de las personas que se han sentido acosadas han decidido, en un pensamiento límite, poner fin a sus vidas.

Otra de las amenazas externas de las redes sociales es la relacionada con la intimidad. Que alguien coloque una fotografía nuestra o un video en una red social mostrándonos en actitud poco decorosa (ebrios, desnudos o haciendo estupideces) puede tener consecuencias nefastas para nuestras relaciones sociales, nuestro negocio, nuestra profesión o nuestro futuro. No es sencillo eliminar estos rastros de nosotros, sobre todo cuando muchas de estas webs se encuentran registradas en islas lejanas de mares lejanos, donde nuestra jurisdicción no es útil ni mínimamente. Todos hemos, en alguna ocasión pasado el límite de lo sensato y nos hemos saltado alguna norma social, la diferencia es que hace unos años esto solía quedar en nuestro entorno más directo y ahora puede ser aireado ad infinitum.

No se nos puede olvidar el daño que no hace mucho (aún hoy en día) se hacían los lugareños con los comentarios, generalmente distorsionados y exagerados. Los cotilleos en poblaciones muy cerradas han dado al traste con más de una vida, la han condenado al ostracismo social o han forzado la marcha a otros lugares en busca de anonimato. Personalmente conozco el caso de una pareja felizmente casada durante años hasta que un lugareño identificó a la mujer como la reina de un burdel años atrás. Aquel matrimonio se fue al traste y ella tuvo que marchar lejos de aquel pueblo donde el cotilleo se cobró más de una víctima.       

La intimidad violada y difundida en la actualidad lo es de manera amplificada, por lo que el sus efectos pueden ser aún más perniciosos. Un daño muy difícil de reparar que va a requerir de importantes apoyos sociales e incluso profesionales. Las envidias o la pura diversión suelen estar detrás de estos ataques tan perversos a la intimidad de las personas. 

Otro de los errores es pensar solo en adolescentes cuando se trata de hablar de los posibles daños de las redes sociales. Son muchas las personas de todas las edades las que padecen esta lacra. Hay algo, además, que no debemos dejar pasar: un competidor enfadado puede instar a su cohorte de amigos a reseñar negativamente cualquier negocio en Google maps y esto puede representar la ruina de negocios honradamente regentados. La eliminación en, este país, de rastros personales en internet, por negativos y fakes que resulten, es un casi un imposible y la mayoría de las redes sociales no lo pone fácil a la hora de limpiar reputaciones mancilladas.

Otro de los daños colaterales externos de las redes sociales resulta de la aprobación social y que en estos entornos tienen forma de likes (manitas) o de emoticonos (caritas, besitos, corazones, etc.). Numerosos estudios en Estados Unidos han medido el aumento en los niveles de ansiedad de aquellos menores y adolescentes que se exponen en redes y constatan un aumento significativo mientras esperan las reacciones de aprobación social de su entorno. Como ya hemos mencionado, la ansiedad es una de las puertas de entrad de la depresión.

La adolescente británica Chloe Davison, de 19 años, fue encontrada sin vida en su casa del condado de Durham el 16 de diciembre de 2020. La muchacha se había suicidado por no recibir suficientes likes y comentarios en redes sociales. Al parecer, no haber recibido la ansiada aprobación la había llevado a pensar que «no era lo suficientemente buena», según su hermana. Chloe sufrió un desgaste importante en su autoestima y gran frustración, lo que la condujo a un súbita depresión que la llevó a tomar la fatídica decisión.

En posible que los adolescentes sean los más vulnerables pero también es cierto que todos podemos sufrir la inquina externa a través de unas redes que han sido concebidas para fines muy diferentes pero que pueden acarrear nefandas consecuencias para los usuarios.

Daños colaterales internos

Como decía Sócrates «el mayor daño es el que uno mismo se infringe». No le faltaba razón. Cuando un adolescente (o no tanto) mira fijamente los videos de una determinada red social en la que aparecen personajes estupendos al cabo de mansiones o coches inaccesibles, pueden comenzar los problemas.

Las redes sociales se han convertido, para muchos, en el escaparate de la felicidad. Los famosillos tienen un efecto de transferencia importante sobre sus seguidores. En sus posados se muestran magníficos, mostrando todos los ingredientes de los que muchos creen se compone la felicidad: un cuerpo estupendo, una pareja fantástica, una casa de película, viajes por todo el mundo y un trabajo que no es tal pero que les reporta pingües ganancias. Todo este pandemónium social no debería impresionar a una mente formada, consciente de que no es más que una fachada al exterior y de que por dentro las cosas pueden ser de otra manera. Sin embargo, una personalidad no definida aún o con alguna falla se encuentra desguarnecida ante efectos tan importantes, conductual y cognitivamente, como el aprendizaje vicario, la transferencia o el modelado.

La frustración por efecto de la visión de estos «triunfadores», que ya hemos abordado, y su forma de vida puede resultar fatal en muchas mentes, como decimos, no preparadas para algo así. La frustración genera en nuestro cerebro multitud de efectos indeseables.

Disfrutar de las redes de forma saludable

  • No juzgue a la gente que sigue. El ser humano tiene por costumbre a pensar que todos deben realizar las mismas acciones que acomete uno mismo. La gran mayoría de las personas con preocupaciones de ser juzgadas son las mismas que juzgan al resto.
  • Establezca límites. Está muy bien utilizar las nuevas tecnologías. Su uso nos ha permitido evolucionar y es, por tanto, beneficioso, pero el exceso puede ser contraproducente. Lo mejor es usarlas bajo un horario, con unos límites impuestos por el propio usuario que debe respetar en todo momento.
  • Escuche. Para muchos adolescentes su vida social son las redes sociales. Es necesario que recurran a hablar con otras personas físicamente. antes que acudir a las redes sociales cuando haya un problema o circunstancia.
  • Use los ajustes de las redes sociales. Todas las redes sociales facilitan opciones tanto para tener un perfil más bajo como para eliminar las notificaciones. Controlar estas opciones será de gran importancia para la salud mental del usuario.
  • Cambie el enfoque. Muchos usuarios se sienten abrumados por mantener su perfil día a día. Deberían cambiar su enfoque y centrarse en alguna actividad real. El gran flujo de pensamientos abstractos como los de las redes sociales son muy perjudiciales para la salud mental. Mejor emplear todo ese tiempo en alguna actividad capaz de realizarle y de la que poder formar un horario o rutina.

Mantenerse a salvo de las redes

Sin duda lo mejor, siempre que sea posible, es mantenerse fuera de las redes sociales, fomentando el contacto social natural que, a estas alturas, muchas personas han abandonado en gran parte.

La primera pregunta que debemos hacernos es: ¿de verdad me son útiles las redes sociales? Porque la mejor profilaxis ante los daños colaterales de estas redes es no asociarnos a ellas o hacerlo de manera limitada, impidiendo el acceso a todo aquel que pase por allí. A muchas personas les está sucediendo lo que Julio Iglesias nos cantaba en aquel célebre estribillo: «se olvidan de vivir».

Además, nuestra vida va a ser mucho más sosegada y menos frustrante si no visionamos a gente magnífica que se muestra en todo su esplendor en las redes. Nuestros amigos son tipos estupendos, normales y corrientes, ninguno destaca por su aspecto físico ni tiene un coche deslumbrante, pero resultan los mejores compañeros de viaje para esta azarosa vida. 

Si usted tiene una empresa debe ser consciente de que el capricho o la maldad de alguien puede hundirle el negocio en una tarde. Bastará con que él y sus conocidos reseñen en Google Maps contra su negocio. Tome decisiones, no se arriesgue.

Otra cosa es hacer ver todos estos peligros a un adolescente. Cada vez los niños acceden a las redes sociales con menos edad. Muchos padres, cansados de escuchar sus demandas, acaban por comprarles un móvil y dejándoles a sus anchas por ese cibermundo inquietante.

Prohibir sirve de poco, pero gestionar y negociar el tiempo dedicado a internet de nuestros hijos y conocer las páginas que frecuentan resulta fundamental, si no queremos que sufran las consecuencias de estas telas de araña. En la actualidad, existen numerosos sistemas que limitan determinados accesos o nos permiten conocer por dónde se mueven nuestros hijos en este entorno tecnológico. Una comunicación fluida con ellos facilitará mucho las cosas.

Muy importante: educadores y los medios de comunicación deben hacer un enorme esfuerzo pedagógico en pos del uso sensato y limitado de las redes sociales. Felicidades por la campaña que algunos medios han venido desarrollando en este sentido. 

Vivir por encima de todo

No se olvide de vivir. Calcule el tiempo que dedica a las redes sociales y piense cómo podría invertirlo en aquello que siempre ha deseado: caminar, viajar, ir a la playa, disfrutar de una conversación entre amigos… Todo un mundo a su alcance que puede disfrutar sin mirar a una pantalla. Viva su vida y olvide la de los que pretenden que viva la suya a través de las dichosas redes.

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