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La depresión puede estar relacionada con nuestra forma de vida actual. No siempre llevamos una vida saludable:

El sedentarismo, la inacción, el estrés o la soledad pueden subyacer, aunque no necesariamente, a una depresión de distinta gravedad.

Prueba del aserto anterior es que en los países más desarrollados la depresión tiene lugar a tasas mucho más elevadas que en las áreas del planeta pendientes de un desarrollo mayor. Paradógicamente, es en los lugares donde la calidad de vida alcanza sus mayores cotas. Dicha calidad de vida se sustenta en un mayor acceso a la sanidad, a la cultura, una alimentación acorde con nuestras necesidades nutricionales y el hecho fundamental de tener nuestras necesidades básicas cubiertas.

El sedentarismo y la ausencia de control sobre el estrés pueden estar tras numerosos casos de depresión, tanto en hombre como en mujeres, siendo la prevalencia de la depresión en la mujer muy superior a la del hombre, según todos los estudios al respecto. Si a ello unimos la soledad o el distanciamiento social estaremos ante la combinación perfecta para que la depresión tenga lugar. Para colmo de desdichas, en la actualidad el teletrabajo se extiende en el panorama laboral, fundamentalmente en las grandes ciudades, lo que viene a potenciar aún más los efectos de la soledad sobre las personas propensas a padecer depresión.

El trabajo frente a un ordenador es, hoy en día, mayoritario en numerosos sectores. La tecnología nos ayuda en nuestro trabajo, facilitándonos tareas que hasta hace no mucho tiempo eran de difícil ejecución por otros medios. El secundarismo que debemos pagar por el uso (y abuso) de estos medios es importante y la depresión se muestra como uno de los efectos colaterales más visibles, que alcanza ya cifras de entre el 14 y el 20 % de la población en los países más desarrollados.

En nuestra mano está paliar o limitar los efectos de la forma de vida actual sobre nuestra capacidad para ser felices. No se trata tanto de curar la depresión sino de evitar que tenga lugar, al menos en su máxima expresión. Lo vemos:

  1. Realizar actividad física continuada. No estamos proponiendo ninguna clase de entrenamiento extremo. Se trata, más bien, de implementar en nuestro repertorio conductual cotidiano de pautas deportivas suaves que se incorporen de manera natural a nuestras actividades diarias. Tampoco estamos hablando de simples paseos a paso lento mirando escaparates. Necesitamos que los neurotransmisores se activen y fluyan por nuestro cerebro, mostrando todo su poder profiláctico antidepresivo. Natación, carreras suaves por un parque, montar en bicicleta… poco más de una hora se necesitan para romper con el sedentarismo y ponernos en movimiento. La actividad deportiva en grupo o pareja resulta ideal porque cumple la doble función de activarnos y socializarnos, por lo que se trata de actividades deportivas más que recomendables, bien es verdad que no siempre es posible contar con un grupo o pareja para estas actividades.
  • Romper con el aislamiento resulta fundamental. No se trata, necesariamente, de potenciar la relación familiar sino de avanzar en el encuentro con otras personas y aumentar la frecuencia de los contactos con las ya cercanas. Las grandes ciudades son verdaderos enjambres de soledad, de personas que viven aisladas en medio de multitud de personas. Sin embargo, también son lugares propicios para el encuentro: grupos de lectura, de solteros, culturales, tertulias, cursos y todo lo necesario para fomentar actividades relacionales tan necesarias para dotarnos de la suficiente profilaxis mental que limite las posibilidades de padecer depresión.
  • La realización de actividades placenteras donde desarrollar cualquiera de nuestras dotes es muy importante a la hora de elevar nuestra autoestima, previniendo la depresión. No se trata tan solo de sentirse acompañado, como en el punto anterior, se trata de ir más allá y desarrollar habilidades creativas o de cualquier otra índole que nos permita aumentar nuestra valoración. No olvidemos que la baja autoestima está en la base de no pocas depresiones y que es una de las formas que tiene la depresión de «colarse» en nuestras vidas.
  • Una alimentación equilibrada no nos va a curar una depresión pero contribuirá, sin lugar a dudas, a evitarla si se suma a estas otras acciones que estamos comentando. Uno de los errores del desarrollismo se encuentra en la pauta alimentaria. Tener acceso a un sinfín de alimentos propicia que los utilicemos para «sublimar» nuestra angustia e iniciemos el ciclo maldito de «comer por ansiedad». Eliminar esta pauta errónea de nuestras vidas está en nuestras manos: pescados y carnes a la plancha, legumbres y ensaladas; cuanto menos elaborada mejor será nuestra alimentación, nos permitirá estar más activos y elevará nuestro autoconcepto al mejorar nuestros aspecto físico.
  • Eliminación de sustancias tóxicas. Sobre todo en los adolescentes, la depresión puede estar asociada a la ingesta excesiva de alcohol y/o sustancias estupefacientes. No son pocos los adultos que hacen uso de dichas sustancias a las que algunos atribuyen propiedades que no poseen. Ni la marihuana ni el hachís (ambas contienen THC) ni la cocaína ni el alcohol aportan lo más mínimo a nuestras vidas y nos la pueden complicar bastante, siendo la puerta de entrada de la depresión en muchos casos. También el uso de fármacos psicotrópicos no controlados puede propiciar estados depresivos.

Nuestra forma de vida no es algo inamovible; podemos realizar cambios que nos aporten más vitalidad, nos ayuden a mejorar la relación con nuestro entorno, contribuyan a elevar nuestra autoestima y prevengan la depresión. 

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