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Depresión infantil

Depresión infantil

La infancia es la edad de la felicidad o eso es lo que se espera de este periodo de la vida en el que la persona (infantil) comienza a desarrollarse física y psicológicamente para alcanzar la edad adulta plenamente.

Los niños nos enternecen con sus juegos, su cariño y su fragilidad. Ocupan un espacio muy grande en nuestras vidas, a pesar de su pequeñez y son capaces de devolvernos a la niños cuando accedemos a sumimos en sus propuestas, muchas veces extravagantes.

Sin embargo, uno de cada veinte niños sufre depresión en los países occidentales. Justo donde se supone que las condiciones para que se desarrolle la infancia son las idóneas, un porcentaje relativamente elevado de nuestros infantes está triste. ¿Por qué? Responder a esta pregunta no a ser sencillo, pero si pensamos en su inmensa fragilidad seguramente estaremos muy cerca de la respuesta.

¿Cómo se detecta la depresión infantil?

Los niños de corta edad tienen francas dificultades para expresarse, cuanto más si se trata de transmitir sentimientos o emociones. Por este motivo, padres y educadores deben estar siempre atentos a posibles cambios de comportamiento que tengan lugar en el ámbito escolar y en el hogar. Conducta ausente, abandono de juegos, disminución en la interacción con otros niños, retroceso en el aprendizaje. Son muchos los aspectos que, sin obsesionarnos, debemos observar en nuestros hijos. Ante la menor señal de alerta debemos consultar al especialista; él será quien evalúe la posible depresión y establezca un diagnóstico afinado que permite una posterior intervención terapéutica exitosa y los devuelva a una infancia feliz, de la que ningún niño debe salir.

¿Cuáles son los síntomas de la depresión infantil?

  • El miedo infantil es un excelente indicador de estados anímicos mermados. La aparición de nuevos miedos o la respuesta desmesurada ante estímulos ante los que anteriormente mostraba una respuesta dimensionada es un síntoma que puede estar evidenciando que «algo no marcha bien».
  • Irritabilidad y/o respuestas de ira desmesuradas ante nuestras indicaciones o durante el juego con otros niños también es un indicador de un estado de displacer o tristeza en el niño. No debemos confundirlo con las normales respuestas de disconformidad que todo infante manifiesta a lo largo de su niñez.
  • Tristeza y llanto en niveles superiores a lo que hasta el momento manifestaba nuestro hijo. La tristeza y el llanto son los mejores indicadores de la depresión en niños.
  • Retroceso escolar. El niño no avanza e incluso retrocede, volviéndose más infantil en sus dibujos e incluso cometiendo incorrecciones ortográficas que anteriormente no cometía. Se pueden negar a hacer deberes o los hacen de muy mala gana y con escaso resultado.
  • Menor resistencia a las separaciones de los padres. Cuando sus progenitores pensaban que el niño ya había asumido su ausencia como algo cotidiano, sin apenas respuesta de llanto y disconformidad, vuelve a mostrar una gran disconformidad con las ausencias parentales.
  • Alteración de los periodos de sueño, con dificultades para conciliarlo y somnoliencia en el colegio o en momentos donde debería permanecer en estado de vigilia.
  • Terrores nocturnos. Si bien son algo habitual en algunos niños, aparecen o aumentan su intensidad. El niño sufre un retroceso y trata de volver a la habitación de los padres. Por si solos, los terrores nocturnos no implican depresión, aunque sí en asociación con otros síntomas.
  • Cesación de actividades de juego, tanto con los demás niños como en aquellos que realizaba en soledad. En su lugar, el niño permanecerá aquiescente o ausente mientras mira la televisión. También hemos de estar pendientes de si el niño ha incrementado sus juegos personales en detrimento de aquellos en los que participaba en compañía de otros niños.

La combinación de algunos de estos síntomas podría estar indicándonos que el niño se encuentra en una fase inicial de depresión infantil. Si bien es el especialista quien debe realizar un diagnóstico preciso.

Los niños somatizan aún más que las personas adultas, de manera que antes de establecer cualquier diagnóstico de carácter psicológico es importante descartar cualquier patología que esté produciendo estados distímicos en el niño.

La dificultad diagnóstica estriba en la rapidez de los cambios anímicos del niño y su labilidad. Así, durante el juego, el niño pude pasar de la felicidad más absoluta a una irritación manifiesta. Es por ello que algunos padres se preocupan y es por ello, también, que la observación de cambios en el comportamiento de un niño no resulte sencillo.

Causas de la depresión infantil

Como en todos los tipos de depresión, esta cuenta con una componente genética importante, por lo que la herencia puede encontrarse tras cualquier episodio de depresión infantil. No obstante, hay muchos más factores que pueden intervenir, dando como resultado una depresión infantil:

  • Abuso. Por desgracia, el abuso sexual, en cualquiera de sus manifestaciones, sigue siendo una de las causas de depresión infantil. El niño manifestará, fundamentalmente, miedo al contacto con otros adultos diferentes de sus padres, retraimiento, abandono de actividades placenteras, etc.
  • Desarraigo. Los niños cuyos padres se han visto obligados a emigrar manifiestan dificultades de adaptación a su nuevo entorno, social y escolar, que puede desencadenar una depresión infantil si no llega a asumir dichos cambios de manera adaptativa y en el corto plazo.
  • Ambiente familiar inestable. Familias en las que reina el desasosiego y la inestabilidad conyugal son el enclave más favorable a la aparición de la depresión infantil. Disputas parentales, escasos cuidados o abandono de obligaciones, inseguridad alimentaria, ausencia o relajación en las normas, etc. son un perfecto caldo de cultivo para la depresión infantil, además de propiciar un futuro incierto en la personalidad de personas tan vulnerables.
  • Buying (acoso escolar).  Este fenómeno se ha convertido, en los últimos tiempos en el desencadenante de no pocos casos de depresión infantil. Si a ello sumamos la presión de las redes sociales de niños y jóvenes, estaremos ante la combinación perfecta para que la depresión infantil aparezca con toda su intensidad, llegando al suicidio en los casos más flagrantes. Deberemos estar atentos, pues, a las negativas del niño a acudir a clase. También a excusas, en forma de dolencias y otras invenciones, que pueda esgrimir el niño tratando de eludir la asistencia a la escuela.
  • Alimentación inadecuada. Con presencia de agentes estimulantes que puedan alterar la estabilidad emocional, aumentando el nerviosismo y la ansiedad del niño. También la ingesta a deshora, sin normas. El incremento de la ingesta de la denominada «comida basura», con su temeraria carga de grasas tras y otros agentes perniciosos, los aumentos en la ingesta de azúcares o la ausencia de alimentos esenciales como verduras o legumbres es posible que no sean factores de primera magnitud que puedan, por si solos, desencadenar episodios de depresión infantil, si bien contribuyen a la depresión infantil en comunión con otros factores desencadenantes y/o mantenedores.
  • Nuevo hermano. Es habitual que los niños reaccionen ante la llegada de un nuevo hermano al seno familiar. También es normal que sufran un periodo de adaptación a los cambios que sobrevienen tras el alumbramiento. Este hecho no va a determinar, per se, la aparición de una depresión infantil, aunque sumado a otros factores ya mencionados podría potenciar un estado de ánimo depresivo en el niño que desembocara en una depresión infantil.

En ocasiones sobreviene la llamada «edad de la gracia», en la que el niño mayor trata de acaparar la atención de los mayores evidenciando «gracietas» que ya habían remitido. Una regresión a la infancia anterior que suele desaparecer en algunos meses, cuando el niño mayor asuma su papel en el nuevo espacio familiar que se ha conformado.

Como recomendaciones ante la llegada de un nuevo hermano:

  • Atienda a los dos (o más) hermanos de la misma manera, concerniendo al hermano mayor atenciones que cree que el pequeño ha podido «robarle». No lo desplace.
  • Si le compra un detalle al pequeño, haga lo propio con el mayor. Si alguien hace carantoñas al pequeño, compense al mayor con atenciones «extra».
  • Para cuando alguien acuda a casa con un regalo para el pequeño, tenga guardado algún pequeño obsequio para el hermano mayor.  

Tratamiento de la depresión infantil

Depresión infantil

Descartadas, como decimos, patologías de carácter fisiológico que pudieran encontrarse en la base de una depresión infantil como desencadenantes o mantenedores, una evaluación psicológica profunda permitirá al psicólogo especialista en depresión establecer un diagnóstico previo al tratamiento que favorezca la eficacia de la terapia.

Sin menoscabo de algunos fármacos que se pueden recomendar solo en casos extremos —no olvidemos que el niño se encuentra en una fase crítica de su desarrollo físico y psicológico— la «terapia cognitivo conductual»se muestra como la herramienta más eficaz para la remisión de la depresión infantil. Dicha terapia debe ser participativa y en ella los padres juegan un papel decisivo, siguiendo siempre las indicaciones del psicólogo especializado en depresión.

Recomendaciones para la prevención y/o detección precoz de la depresión infantil

  1. Habilitemos un espacio sosegado y estable, con las debidas normas, donde el niño se desarrolle.
  • Observemos la conducta del niño, con especial atención a los cambios que puedan surgir.
  • Comuniquemos, lo antes posible, al psicólogo especializado en depresión cualquier señal que consideremos de alarma.
  • Mantengamos contacto permanente con los educadores e interesémonos tanto por el comportamiento académico del niño como por su actitud con el resto de niños, su carácter y los cambios que manifieste.    

Prevención de la depresión infantil

A pesar de su fragilidad manifiesta, un niño necesita muy poco para ser feliz:

  • Estabilidad familiar.
  • Normas de convivencia que incluyan: pequeñas obligaciones, horarios claros, pequeñas recompensas por buenas acciones.
  • Nunca discutir delante de los niños ni permitir que alguien lo haga.
  • Vida familiar. Salir con el niño a pasear.
  • Evitar el desarraigo. Los cambios de escuela, ciudad, amigos de los padres, familiares, etc. Afectan a la estabilidad emocional del niño sobremanera.

Un ambiente familiar estable y mucho cariño resultan el mayor antidepresivo para el niño y le facultan para evitar la depresión infantil y del adulto.

Es esta una información a título orientativo. Es el psicólogo especializado en depresión o el psicólogo infantil el más indicado para un abordaje completo de la depresión infantil. Le recomendamos que, ante la menor duda, le consulte.

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