
La presión de un grupo de compañeros de estudio suele ser la causa más frecuente de la depresión en los adolescentes, tanto si se trata de chicas como de varones. Además, en la actualidad con el apogeo de las redes sociales, la presión ha aumentado y difiere del propio centro académico hasta introducirse en la privacidad de estas personas, a las que falta aún por conformar su personalidad.
También hay otras cuestiones que afectan a los adolescentes y que pueden conducirles a una depresión si no se toman las pertinentes medidas de prevención. Los cambios en sus cuerpos, el autoconcepto inestable, la mayor aceptación de influencias externas, la rebeldía contra los progenitores; todos ellos pueden ser factores desencadenantes o mantenedores de este tipo depresión.
La depresión en adolescentes es muy difícil de superar solo con la fuerza de voluntad o con bienintencionados consejos familiares o de amigos. Es una depresión grave que suele requirir asistencia especializada, dada la vulnerabilidad de esta parte de la población. En efecto, la personalidad inestable de los adolescentes les convierte en seres más vulnerables a los envites de la depresión. Es por ello que debemos prestar especial atención a indicios y síntomas que pudieran estar advirtiéndonos del inicio de una depresión en sus vidas.
Síntomas de la depresión del adolescente
Es muy importante prestar atención a los cambios de comportamiento que puedan producirse en el adolescente. La dificultad estriba, sobre todo en los padres que no hayan tenido experiencias previas con hijos adolescentes, en diferenciar los síntomas de la depresión de los cambios propios de la edad. En tal caso y ante la menor duda, recomendamos consultar a un especialista.
Preste atención a los cambios que enumeramos a continuación.
- Aparición de tristeza, con o sin llanto, que pueden tener o no una cusa determinada.
- Desesperanza. Falta de fe o confusión sobre el futuro.
- Frustración en varios niveles (social, estudios, deporte, «soy el peor»).
- Ira, incontinencia de la irritabilidad, arrebatos, respuesta desmedida ante cualquier llamada de atención.
- Pensamientos recurrentes: muerte e ideación de suicidio
- Labilidad emocional (cambios de humor).
- Labilidad afectiva (del amor al odio en muy poco tiempo).
- Pérdida de interés por actividades que antes le procuraban placer (anhedonia).
- Niveles bajos de autoestima
- Pérdida de interés social
- Autoconcepto mermado o negativo
- Miedo extremo al fracaso.
- Aparición de fobias.
- Poner excusas para no ir a clase.
- Somatizaciones: cansancio, pérdida de energía, dolor, insomnio, excesiva somnoliencia, pérdida de apetito, pérdida o aumento de peso.
- Caída del rendimiento escolar.
- Aumento en el consumo de drogas, fármacos o alcohol.
- Intranquilidad manifestada mediante movimientos estereotipados.
- Desidia ante tareas muy básicas.
- Elusión de contactos sociales.
- Descuido del aspecto personal.
- Arrebatos de ira, comportamiento problemático o arriesgado, u otros comportamientos para llamar la atención.
- Conducta imprudente: con la moto, la bicicleta, en la piscina.
- Conducta autopunitiva, que puede manifestarse mediante cortes, quemaduras, tirarse lugares altos.
- Marginalidad: búsqueda de amistades «no deseables» por los padres
- Ideaciones suicidas.
¿Cómo actuar ante un adolescente con depresión?

Lo primero es observar los posibles cambios que están teniendo lugar. Muchos de estos cambios pueden ser solo fruto de la naturaleza del propio adolescente y formar parte del cuadro de cambios propios de la edad. Estos cambios llamados «normales» se manifiestan en forma de:
- Hipersensibilidad en lo personal: lo suyo, lo de sus amigos o lo que sucede en el mundo les puede llegar a afectar de forma extrema.
- Desidia ante la familia y los padres: por el contrario, lo que afecta al núcleo familiar deja de afectarles. Es como si no fuera con ellos.
- Rechazo a las propuestas paternas y maternas: lo que procede de los padres y educadores debe ser cuestionado y, si es posible, refutado. Sin embargo, aquellos que tiene origen en las redes sociales, en los influencers o en sus propias amistades se convierten en consignas a seguir ciegamente. No se alarme por ello.
- Adopción de ideologías diferentes de las del núcleo familiar: con la finalidad de evidenciar su oposición a lo establecido.
- Reafirmación: es este uno de los primeros cambios. Consiste en negar continuamente lo que se les propone. La reafirmación natural se considera necesaria para alcanzar la edad adulta. Una reafirmación que de lugar a conflictos graves no.
Como vemos, resulta muy difícil diferenciar entra lo normal y lo patológico en los adolescentes. Hagamos una cosa: fíjese en la cantidad de cambios. Si el adolescente participa de muchos de ellos podemos estar sobre aviso de un comportamiento relacionado con una posible depresión del adolescente. Insistimos, ante la duda, consulte a un especialista; él sabrá distinguir entre los «cambios naturales» y los «patológicos».
Un acercamiento hacia el adolescente es más que deseable. Sin embargo, son muchos los padres que después de vivir ajenos a la realidad de sus hijos durante los «años felices», en los que no pasaba nada, ahora que aparecen los problemas se vuelcan en ellos. Esta actitud «no cuela» entre los adolescentes.
El acercamiento debe ser sincero, no dulzón ni ñoño. No pretendamos que nuestro hijo adolescente juegue al mus con nosotros a estas alturas. Se trata de interesarnos por sus actividades, de participar, en lo posible, de sus inquietudes y, sobre todo, de no escandalizarnos con determinados comportamientos como los ligues, la música que escuchan, las redes sociales, etc.
Hemos de mantener cierta firmeza en algunas cuestiones y no ceder a sus chantajes constantes, especialmente tercos cuando se trata de conseguir algo. Esto no quiere decir que seamos inflexibles; poco a poco, sus niveles de libertad deberán ir aumentando, siempre con la debida prudencia.
Todas estas cuestiones se explicitan al detalle, en la actualidad, en libros sobre cómo tratar a los adolescentes, destinados a padres y educadores.
Observe los cambios con la mayor objetividad, especialmente los relacionados con la ingesta de alcohol o drogas, que resultan fácilmente cuantificables, sin obsesionarse, sin espiarle, pero observe. Olvídese de los cambios que usted sufrió durante su adolescencia; los tiempos han cambiado y nuestros hijos se encuentran en un entorno social muy distinto del que nos toco vivir a nosotros. No le refiera constantemente a su hijo «lo estupendo que era usted en los estudios y en lo demás» porque perderá aún más influencia.
La proximidad con el adolescente nos va a permitir detectar una posible depresión. Tomar medidas lo más pronto posible evitará males mayores y reducirá significativamente el tratamiento y las posibilidades de una recaída.
Y, sobre todo, mucha paciencia.
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