
La depresión se produce cuando los mecanismos cognitivos de defensa de la persona fracasan a la hora de reestructurar su ánimo, tras uno o varios acontecimientos determinados. Hay que hacer una salvedad: en el caso de la denominada «depresión endógena» puede no haber acontecimientos que la precipiten ni causa aparente.
Un mismo caso y dos personas distintas nos ayudan a entenderlo mejor:
Caso: Tras una serie de sucesos de carácter aversivo (despido del trabajo, merma económica y abandono de la pareja, V.G.) una persona comienza a mostrar bajo ánimo, cesa su actividad social refugiándose en su cuarto, duerme más horas de las que lo hacía habitualmente y le cuesta realizar tareas cotidianas como bajar al perro o poner la lavadora.
Persona A: Poco a poco, esta persona se va esforzando en recuperar su nivel de actividad anterior e inicia una búsqueda activa de empleo. Completa su exceso de tiempo libre con deporte y actividades culturales y va regresando a la normalidad. Finalmente encuentra empleo diferente y menos retribuido que el anterior y conoce a una persona con la que inicia una relación.
Persona B: Lejos de ir recuperándose, esta persona se sume en un abandono mayor y dedica buena parte de su tiempo a lamentarse. Llora con mucha frecuencia y sufre dolor de cabeza intermitente. Pasan los meses y la ansiedad le lleva a aumentar su ingesta de alimentos y aumenta de peso.
A la primera persona sus mecanismos de defensa le han permitido reestructurarse y regresar a un estado similar al anterior, aunque con algunos cambios. Sin embargo, estos mecanismos de defensa no han funcionado en la persona B. Finalmente, la persona B, acude a un especialista que le ayuda a reestructurarse, de manera que la depresión va remitiendo hasta que le permite volver a su estado de ánimo anterior.
En ambos casos se han desarrollado mecanismos exitosos contra la depresión. En el primero (persona A), sin necesidad de ayuda de un profesional de la salud mental y en el segundo (persona B) con su ayuda. El resultado ha sido muy positivo porque ambos han desarrollado estrategias exitosas contra la depresión, de manera que la próxima vez que se den circunstancias para que aflore la depresión, ambas personas tendrán mecanismos dispuestos a prevenirla con éxito.
Conviene dejar claro que la persona A ha asumido un riesgo muy alto, al avanzar en solitario contra la depresión. De no haber conseguido salir exitosamente, dicha depresión podría haberse complicado en exceso, secularizándose con mucha probabilidad.
Cuando la depresión se ha secularizado en el tiempo y las personas que la padecen acuden al especialista, las probabilidades de éxito se reducen ostensiblemente, resultado más difícil obtener resultados positivos en el corto o medio plazo. Por este motivo y ante la menor duda, se recomienda acudir al especialista nada más sentir los primeros síntomas de depresión y aún en el caso en que no tengan lugar pero confluyan situaciones que pudieran desencadenar una depresión.
El tiempo entre la aparición de los síntomas iniciales de la depresión y la asistencia profesional resultan determinantes para augurar un buen resultado terapéutico. De la misma manera, si una persona se encuentra en una situación vivencial compleja que pudiera (o no) degenerar en depresión, se recomienda acudir al especialista para evitar que esta tenga lugar o abordarla en sus inicios. Por el contrario, los resultados será muy diferentes si la persona hace meses que manifiesta comportamientos depresivos.
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